JARRA MICÉNICA

La jarra adquiere durante la primera fase del Geométrico Tardío una expresión monumental en el seno del taller del Maestro del Dipilón. Las generaciones posteriores elaborarán versiones más reducidas y esbeltas de este vaso de cuerpo ovoide, cuello alto y cónico, boca circular y asa alta unida al vaso a través de tirantes. 


La decoración principal, figurada, se sitúa aquí en el cuello y en el hombro. El resto de la superficie está decorada con bandas de barniz alternando con frisos de motivos geométricos: triángulos reticulados en el borde, zigzag vertical y horizontal y sigmas en el cuerpo. Tanto el estilo de las figuras como los motivos decorativos lineales son característicos del Taller de Atenas 894. Los temas iconográficos elegidos para decorar esta jarra son igualmente temas favoritos y frecuentes en este taller. 

La escena que decora el cuello se compone de cuatro figuras femeninas de largos cabellos, con cuerpos triangulares y largas faldas reticuladas. Las figuras caminan hacia la derecha y se agarran de las manos, expresivamente dibujadas con largos y separados dedos. Entre la tercera y la última sostienen hacia abajo una rama vegetal. Las figuras, tratadas geométricamente, apenas dominan un espacio que también comparten con motivos de relleno: esvásticas y filas de chevrones, simples y dobles. 
Esta imagen celebra una acción ritual: un comos de mujeres entrelazadas en una danza cuyo significado sólo podemos intuir. Desconocemos cuál fue el destino, la función original de este vaso, ¿ofrenda en un santuario o, más probablemente, en una tumba? Si su destino fue el primero, la imagen aludiría a un festival religioso en honor de la divinidad. Pero, seguramente, fue concebido como ofrenda funeraria, función habitual de estos vasos; la acción representada será entonces un aspecto del ritual debido a los difuntos: la danza de las mujeres que entonan la lamentación fúnebre acompañadas de la música de un instrumento o de la voz, del canto melódico, rítmico y plañidero, entremezclado de gemidos y llantos. El movimiento, acompasado, lento y solemne, o estridente, salvaje y extático -cabellos largos, manos alzadas y gesticulantes, cabezas levantadas, ¿serían indicaciones de este carácter extremo y extático que la danza del dolor y de la muerte ha alcanzado?-, pudo realizarse en torno al cadáver o junto a la tumba. Las ramas, de laurel, mirto, olivo o ciprés, son necesarias para purificar lo que la muerte con su presencia ha contaminado.


Colección Várez Fisa

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