EXCAVANDO EN PEÑARANDA

Durante muchos años he buscado referencias a excavaciones, catas y restos arqueológicos en la localidad de Peñaranda de Duero y sus alrededores.

Partiendo de la imposibilidad de que las provincias de Valladolid y Soria tengan multitud de yacimientos que datan desde la prehistoria hasta el Medievo, no resultaba serio pensar que la Ribera del Duero a su paso por Burgos estuviera desierta y lo hubiera estado desde tiempos remotos.

Hay que concienciarse de que los restos que aparecen en las tierra de la Ribera, como cualquier otros, son de una fragilidad tal que corren el riesgo de desaparecer para siempre, por lo que es imprescindible analizar aquellos aspectos que de un modo más directo están contribuyendo a su destrucción sin dar cuenta de su existencia.

Planteamos la necesidad de dar carácter social a esta búsqueda y cuidado de nuestro patrimonio ya que es la fórmula más eficaz para dar sentido a unos restos cuyas posibilidades de contribuir al enriquecimiento cultural de Peñaranda de Duero. 

Harto difícil ha sido la búsqueda de documentación que permita disponer de un planteamiento bastante aproximado de la dinámica experimentada por el poblamiento de nuestra comarca a lo largo de su dilatado devenir prehistórico e histórico.

Las actuaciones arqueológicas realizadas en la Ribera, en localidades como Baños de Valdearados, Roa, Valdeande, Milagros, Vadocondes han tenido una repercusión más limitada que las realizadas en Clunia o en Atapuerca, pero suponen un impulso al desarrollo cultural, turístico y laboral de esta zona que no debe ser desdeñado.

Desde el inicio de los trabajos en Clunia en 1915-1916 por Ignacio Calvo, pasando por los realizados durante la República 1931-1934 por Blas Taracena y continuada posteriormente, a partir de 1958 por Pedro de Palol, son muchas las actuaciones que se han realizado a la sombra  de ese trabajo desde los años 70, siendo el principal el descubrimiento de la villa de Santa Cruz en Baños de Valdearados (Uribarri 1974, Argente 1979, Díaz 1985). En Valdeande se manifestó un extenso poblado de cronología alto y bajo imperial establecido en la periferia de Clunia (Sacristán 1993).

En la década de los 90, además de continuarse con alguno de los proyectos iniciados previamente, se lleva a cabo una serie de intervenciones que en buena medida pueden considerarse como el despegue de la arqueología prehistórica en la ribera, y es ahí donde aparecen, en 1991 la campaña promovida por la Dirección General de Patrimonio y dirigida por un equipo de la unicesidad de Burgos formado por los profesores José A. Rodríguez Marcos y Miguel Ángel Arnáiz Alonso que, entre otras actuaciones, incluye a Peñaranda de Duero junto a Campillo de Aranda, Fuentecén, Fuentelcesped, Gumiel de Izán, Santa Cruz de Salceda, vadocondes y Zazuar.

Estas actuaciones ponen de manifiesto que la "marginalidad" mantenida hasta entonces por nuestro territorio dentro de la prehistoria reciente era meramente circunstancial, más motivada por la ausencia de programas de investigación específicos, que por la inexistencia real de ocupación humana durante tales periodos.

En el término municipal de Peñaranda de Duero, se han materializado desde entonces 55 localizaciones arqueológicas de las que en 6 hay algún tipo de documentación bibliográfica previa y el resto han sido encontradas durante las tareas de la campaña arqueológica. Consideradas por horizontes culturales, 36 de estos yacimientos pertenecen a la Prehistoria, 2 al periodo romano, 14 al medievo y 6 pertenecen a instalaciones modernas/contemporáneas.

En total, en el resto de las localidades donde se ha desarrollado la campaña arqueológica de 1991 y las dos siguientes de 1992 y 1993, se han documentado hasta 723 atribuciones culturales arqueológicas.

Como se desprende de estos datos, las aportaciones de este trabajo resultan altamente significativas, ya que por un lado permiten apuntalar, sobre bases más sólidas, algunos aspectos de investigación que hasta ahora no tenían base documental; y por otro lado, nos permite conocer la dinámica seguida por los diferentes procesos de ocupación que ha conocido nuestro territorio.

En nuestro municipio, la mayor parte de las localizaciones arqueológicas identificadas se encuadran dentro de las fases más recientes de la Prehistoria, es decir, entre el Neolítico y la Edad del Bronce, un segmento cronológico bastante amplio que, a grandes rasgos, puede situarse entre el 3.500 - 700 A.C.

Los periodos prehistóricos más recientes se caracterizan ya por unos conjuntos de materiales arqueológicos en los que las producciones cerámicas han desempeñado un papel determinante en la definición de los grupos culturales - a partir de la forma que presentan determinados recipientes o de los gustos decorativos imperantes en cada momento -. Este sistema ha posibilitado una primera periodización cronológica, permitiendo a la investigación arqueológica plantearse en la actualidad otros aspectos más complejos de la dinámica socio-económica de dichos grupos culturales.

Dentro de este tipo de yacimientos, las últimas fases están representadas por el "horizonte campaniforme", caracterizado por la presencia de unos vasos de perfil ligeramente acampanados, así como por el desarrollo de unos esquemas o gustos decorativos que contrastan ostensiblemente con la parquedad de las producciones anteriores. Se trata de un periodo caracterizado fundamentalmente a partir de contextos funerarios, en los que parece consolidarse el enterramiento individual frente a las costumbres colectiva, que se habían mantenido con desigual intensidad a lo largo de las fases anteriores. 

Este horizonte cultural cuenca en nuestra población con una representación muy limitada, consistente en un vaso y una cazuela campaniforme de estilo "ciempozuelos" en la que está ausente de forma ostensible el cuenco que completaría el ajuar funerario y que es la pieza más habitual en este tipo de contextos.

No es fácil encontrar los elementos cerámicos decorados que permitn su rápida caracterización, por lo que la problemática que tiene planteada exige un trabajo de documentación más intenso en nuestros yacimientos, algo que no se está dando a pesar de que este tipo de "turismo cultural" está en auge y está permitiendo a muchas pequeñas poblaciones disponer de un nuevo recurso contra las crisis.

En definitiva, nuestro ajuar está situado en un "agrupamiento" muy interesante en el tramo medio/inferior del valle del río Arandilla, donde sin ser excesivamente frecuentes, sí se ha determinado un conjunto bastante representativo de yacimientos adscritos al horizonte campaniforme, especialmente en la línea: Aranda de Duero - Quemada - Peñaranda de Duero.



BIBLIOGRAFÍA

  • Aproximación a la situación actual de la investigación arqueológica en la burgalesa Ribera del Duero. Ángel L. Palomino Lázaro



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