SENHAYA: CERÁMICA FEMENINA
Almazara de terracota en el Rif
El Rif es una zona del norte de Marruecos extremadamente abrupta, condicionada por la disposición de su cadena de montañas, que discurre paralela a la costa mediterránea y cuenta con una serie de picos que sobrepasan los 2.000 metros de altitud, siendo su cima más alta el Tidiguin, con 2.452 metros. Esta orografía configura territorios muy desiguales, tanto en su climatología como en su agricultura. Las borrascas atlánticas, húmedas, suelen bendecir la parte occidental y sudoccidental.
Aquí las tierras bajas son más fértiles y los ríos que vienen de las cimas llevan agua todo el año, las colinas de la media montaña están cubiertas de encinas, alcornoques y olivos, formando el típico bosque mediterráneo. Esta región es la más agrícola y ganadera.
Las cimas de la parte central del macizo, las más altas, están cubiertas de bosques de cedros y pinsapos, creando un ambiente alpino. Las nieves son corrientes en invierno y aquí la agricultura es escasa por el frío y lo escarpado del terreno, reduciéndose hoy en día al cultivo del cannabis.
La vertiente norte del macizo es la más abrupta y cae rápidamente hacia el mar. Las nubes atlánticas, frenadas por las cumbres, llegan agotadas y los ríos, de corto recorrido, solo llevan agua cuando las ocasionales borrascas del norte hacen su aparición y, en tal caso, son torrenciales y pueden ocasionar grandes aluviones. En esta zona, la agricultura se reduce a pequeñas parcelas de cereales, sobre todo, cebada y trigo, y pequeños huertos a la orilla de los escasos cursos de agua, generalmente temporales. La ganadería es de subsistencia y cada grupo familiar posee unas pocas cabezas de ganado, básicamente cabras y ovejas.
En la franja más oriental del macizo, las borrascas atlánticas han visto disminuido su potencial. Es la parte más seca, registrando el menor índice pluviométrico. A partir de aquí, comienza una zona de semidesertización.
Durante los protectorados español y francés, se intentó poner en marcha una concentración parcelaria para mejorar la producción agrícola, pero fracasó, debido, por un lado, al carácter berebere rifeño, de extremada individualidad e independiente, y, por otro, sobre todo en lo que se refiere a la parte del antiguo protectorado español, a las escasas parcelas aprovechables, dada la orografía del terreno y el desigual régimen de lluvias. Solo en la vertiente sur, o sea la zona del Rif que perteneció al protectorado francés, en la que las laderas se tornan más suaves y las corrientes de agua no son estacionales, esta política agraria tuvo, aunque escasa, algo de incidencia y es la región olivarera del Rif (fig. 1).
De todas formas, el cultivo extensivo del olivo es muy reducido o prácticamente inexistente. En el Rif, los olivares aparecen diseminados en pequeñas parcelas, en ocasiones combinados con otros tipos de árboles o cultivos y, generalmente, no reciben ningún tipo de tratamiento. Tampoco se podan, lo que hace que, a veces, se desarrollen especímenes de una envergadura excepcional, que, por el porte en altura que llegan a alcanzar en la época del vareado de la aceituna, ocasionan serios accidentes.
Para la producción del aceite, aunque ya se han instalado algunas almazaras de tipo industrial con prensa hidráulica en las zonas de mayor concentración olivarera, sobre todo, en la provincia de Taounate y en los alrededores de Ouazzane, la dispersión del cultivo del olivo hace que el sistema más utilizado sea el de pequeñas almazaras, con molinos de muelas de piedra superior vertical y tiradas por tracción animal, que encontramos repartidas por todo el Rif (fig. 2). El prensado de la aceituna, una vez molida e introducida en unas esteras o cofines circulares hechos con esparto trenzado, se hace a mano por medio de tornillos helicoidales. Estas pequeñas almazaras diseminadas pueden estar al aire libre o a cubierto, si se hallan dentro de alguna aldea, y a ellas llevan los campesinos sus cosechas de aceitunas. El pago suele ser en especie, reteniendo el dueño de la almazara una cierta cantidad del aceite obtenido.
También, aunque con tendencia a desaparecer, los campesinos que poseen pocos olivos o viven más aislados, hacen su propio aceite en las casas, prensando las aceitunas en pequeñas prensas de madera (fig. 3).
Pero la forma más curiosa y arcaica de obtener aceite, ya en completo desuso y que es la que motiva esta comunicación, era por medio de una pequeña almazara hecha de terracota, denominada rajaa (fig. 4). Estas piezas solo las hemos encontrado en la tribu de los Mezraoua, pero parece ser que la técnica fue utilizada por las restantes tribus del Rif.
Por la simplicidad en los medios utilizados –todos por mujeres, ya que en el Rif son ellas las que trabajan el barro–, esta forma de obtener aceite nos traslada a épocas pretéritas y hace que nos retrotraigamos, posiblemente, a las formas más arcaicas y primitivas de obtenerlo.
Describiremos a continuación el modus operandi de esta simple y curiosa técnica, tal como la vimos hacer. Recogidas las aceitunas en su punto justo de madurez, se calientan ligeramente en el horno que utilizan para hacer el pan (farran o forna) a baja temperatura, justo para eliminar un poco su humedad. Posteriormente, las machacan a mano una a una en un tosco mortero de piedra y, después de bien machacadas todas, colocan la pasta así obtenida en un lebrillo o sahfa y, a su vez, disponen este sobre un brasero encendido (mechmar) con el fin de calentar ligeramente el conjunto. Añadiéndole un poco de agua, la amasan para hacerla más ligera y con ella rellenan unos cofines circulares confeccionados con palma trenzada (chamia), que colocan después uno sobre otro, hasta un máximo de tres, y todo ello sobre la pieza de cerámica (rajaa). Esta es de forma circular, bastante gruesa, de unos 45 cm de diámetro, con un canal que la recorre en toda su circunferencia y termina en un pico vertedor. Encima de los cofines de palma, ponen un gran taco circular de madera (jachba) con un diámetro similar al de aquellos y, sobre todo el conjunto, una pesada piedra lo suficientemente grande como para prensar la pasta de aceitunas sin dañar la pieza de terracota. El aceite escurrido se recoge a través del pico vertedor.
Después de decantado, al aceite resultante lo denominan alouana o gálgola, según la localidad. Suele tener un gusto ahumado particular adquirido en el proceso de calentado, al pasar las aceitunas por el horno que utilizan para cocer el pan. Con el orujo obtenido, que generalmente contiene todavía bastante aceite, ya que el sistema de prensado no es en absoluto forzado, confeccionan unas tortas que, puestas a secar al sol, serán utilizadas como combustible (fig. 5). En el caso concreto del aduar donde asistimos a la demostración, la mujer, como era alfarera, lo usará para la cocción de su cerámica, pero puede ser empleado igualmente tanto para la cocina como para el horno de cocer el pan. En el mundo rural rifeño, como en todas las economías de autosuficiencia, no se generan desechos, todo será aprovechado.
TALLER DE CERÁMICA FEMENINA
VERDE Y NEGRO
EL SILO Espacio Artístico
La cerámica verde y manganeso, agrupa diversas piezas alfareras cuya principal característica es el contraste entre el negro-morado de manganeso y el verde de cobre con la pasta blanca de base o engalba.
La cerámica verde y manganeso juega con tres colores que en la cultura islámica son encarnaciones cromáticas de un simbolismo político-religioso:
Blanco.- Claridad, lealtad, poder.
Negro.- Austeridad, poder, dignidad.
Verde.- Felicidad (color del pueblo árabe).
La técnica del verde y manganeso del foco troncal andalusí sigue un proceso de elaboración en tres tiempos:
- Baño de engobe blanquecino.
- Decoración con óxidos de cobre y manganeso.
- Esmalte plúmbeo final.
Por su parte, la técnica tardomedieval o gótico-mudéjar, se limita a dos únicos pasos:
- Base de esmalte o baño estannífero.
- Decoración con óxidos de cobre y manganeso.
MATERIALES:
Óxido de Cobre. Es un óxido colorante muy usado, produce verdes en llamas oxidantes, turquesas con alcalíes y rojos en altas temperaturas; en llamas reductoras, con cobalto da azules muy intensos. Se usa en proporciones pequeñas: del 2 al 5 %.
Óxido de Manganeso. El manganeso es un elemento químico, que se encuentra como elemento libre en la naturaleza, a menudo en combinación con el hierro y en muchos minerales. Como elemento libre, el manganeso es un metal con aleación de metales industriales con importantes usos, sobre todo en los aceros inoxidables. Conocido como pirolusita, es el óxido más importante del manganeso, pero no el más estable.
Dependiendo de su estado de oxidación, los iones de manganeso tienen colores diferentes y se utilizan industrialmente como pigmentos.
PRIMER TRIMESTRE
TALLER DE CERÁMICA FEMENINA BEREBER
EL SILO Espacio Artístico
Este curso se desarrolla principalmente durante el calendario escolar. Las piezas mayores se suelen hacer en verano pues en época de lluvias la arcilla tarda mucho en secar y es difícil trabajarla.
En invierno, con estos días tan húmedos, las mujeres bereberes sólo fabrican los quemadores de carbón (Mishmar) o los platos para cocer pan (Makla) pues son los tipos de piezas más demandados en esta época del año.
La cerámica se elabora en el ámbito doméstico, generalmente en el patio exterior, aunque no existe un lugar de trabajo fijo. Trabajan sentadas en el suelo, generalmente con la pierna izquierda extendida y la derecha recogida . La postura resulta incómoda y dolorosa después de varias horas de trabajo.
Por supuesto, hemos pensado que si nuestras alumnas tienen que ponerse a trabajar a la intemperie, no volverán a hacer una segunda clase, por lo que hemos habilitado un lugar cerrado para la realización de las piezas.
Como hemos comenzado desde las primeras piezas elaboradas en el norte de África, las primeras decoraciones se realizan mediante incisiones geométricas cuando la arcilla está todavía suficientemente blanda. Esto permite que los resultados de estas primeras piezas sean espectaculares.
Para piezas en altura, se emplea la técnica del urdido. Los recipientes se elaboran sobre bases hechas con lajas planas de piedra, planchas de madera, tortas fabricadas con arcilla mezclada con estiércol de vaca y secadas al sol, o sobre fondos de recipientes de cerámica rotos.
Después preparan un rollo de arcilla que colocan como un anillo ajustándolo alrededor del perímetro de la base; a partir de este primer rollo levantan las paredes unos 10 - 15 cm. luego regularizan las paredes con espátulas de madera. Estas espátulas son en origen rectangulares, pero, por el uso, los lados largos quedan cóncavos y muestran un filo en bisel.
Para elevar más las paredes del recipiente, adosan un nuevo rollo sobre la parte ya elevada, después de un tiempo de secado, y repiten la operación.
Las asas y los cuellos son los últimos elementos que se aplican. El labio se regulariza con pequeños golpes aplicados con la cara plana de una espátula de madera, aunque en nuestro caso utilizaremos un trapo de rejilla.
Después de esta primera fase de elaboración las cerámicas se dejan secar a la sombra, para que vayan perdiendo la humedad poco a poco. Cuando las cerámicas están más consistentes se añaden los apliques necesarios, verdugones en los cuencos para el pan y cuscús, tres pestañas en los braseros para apoyar las cazuelas y asas para las cerámicas de agua.
El acabado de las cerámicas se realiza con un trozo de cuero o con un canto de piedra humedecidos, frotando la superficie a medio secar, para conseguir un ligero bruñido.
Hay diversos grados de dificultad en la elaboración de la cerámica. Los platos y los cuencos abiertos presentan una dificultad escasa, mientras que las formas cerradas de sección fusiforme son más complejas.
En el modelado de los cántaros de gran tamaño, el punto crítico es la elevación del cuello, cuyo peso puede desplomar el recipiente durante la elaboración o durante el secado posterior.
La cerámica destinada al autoconsumo se decora con incisiones verticales paralelas, realizadas con los bordes de las espátulas de madera.
Las piezas para llevar al zoco tienen una aplicación de engobe en blanco en su parte exterior y en la zona interior cercana al labio, aplicando el colorante con un paño o con un manojo de lana de oveja. Sobre esta base se pinta con colores rojo y negro.
Los pinceles se impregnan en la laja o en la cerámica que sirve para el molido de los pigmentos.
Cuando la pintura se espesa por la evaporación, añaden un poco más de agua y vuelven a mezclar, en su caso ejerciendo un movimiento circular con el canto. Elaboran los pinceles cortos con fibras vegetales o con pelo de cabra. Para ello, unen las fibras con una pella de arcilla de forma cilíndrica, que dejan secar. Las fibras o pelos sobresalen del cilindro por ambos extremos, con lo que disponen de dos pinceles por pieza; arreglan las cerdas de modo que uno permite trazar líneas gruesas y el otro más finas.
Usan pinceles distintos para cada colorante. Las decoraciones mezclan los trazos rojos y negros, delineando formas geométricas, como rombos, tramas de líneas, alineaciones de trazos paralelos, etc.
El labio de las cerámicas se cubre con una banda de pintura negra, que se aplica con un paño impregnado en pintura.
La decoración con trazos suele comenzar delineando la zona alta de la panza con trazos horizontales. Después se segmenta el vaso con líneas verdéales, desde el labio hasta la mitad de la panza, llenando con líneas oblicuas y entramados cada uno de los cuarteles.
El aprendizaje y la transmisión de las técnicas
El proceso de aprendizaje (Wallaert-Pétre, 1999) suele llevarse a cabo en el seno de la familia. Las aprendizas van conociendo la técnica desde niñas, colaborando con las especialistas adultas de la familia.
Estas niñas inician el proceso de aprendizaje hacia los 10 u 11 años. Se inician en tareas auxiliares como la preparación de la arcilla y más tarde en la decoración de los recipientes, en la fabricación de las formas más pequeñas y sencillas y de aquí pasan a la fabricación de formas complejas, principalmente las que tienen cuello, y al control de la cocción de la cerámica. Algunas mujeres aprenden cerca de una vecina.
La alumna trabaja con la maestra, que es normalmente alguna de las mujeres que tienen más prestigio en la aldea por la calidad de su producción. La maestra acepta a las aprendizas sin restricciones, y sin recibir ningún beneficio apreciable por la enseñanza. Toda la cerámica que elabora la aprendiza durante el proceso de formación revierte en su propio beneficio, es ella quien la vende directamente.
En los pueblos ceramistas el reparto del trabajo entre hombres y mujeres tiene en cuenta la dedicación de éstas a la cerámica, lo que probablemente no es socialmente reconocido en los pueblos no ceramistas, donde las mujeres se dedican aún con mayor intensidad a las labores agropecuarias.
El significado de las decoraciones
Normalmente cada mujer decora su propia cerámica. Las ceramistas del Rif realizan decoraciones complejas y estereotipadas, lo que inmediatamente evoca el problema del posible significado de los motivos representados. Ante esta pregunta directa, la respuesta que se obtiene de las ceramistas es siempre la misma: se trata sólo de decoración', es para que se venda mejor en el zoco. Sin embargo, las decoraciones de cada tribu presentan peculiaridades que permiten identificar su origen.
Todas las mujeres del duar siguen los mismos esquemas decorativos generales, variando sólo detalles complementarios, que reflejan elecciones individuales.
Bibliografía
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