TINAJAS PARA EL VINO
Tinajas
La función de las tinajas en la
elaboración del vino ha sido bastante diversa,
dependiendo, sobre todo, de la región
geográfica contemplada. En términos
generales, las tinajas de barro se han utilizado:
únicamente para la fermentación, solo para
la conservación y maduración del vino o bien
para ambas etapas. La primera aplicación es
la menos frecuente, pero existen descripciones
de lagares antiguos de Castilla y León, donde se cita una gran tinaja para
llevar a cabo la fermentación, mientras que
después el vino era trasegado a toneles de
madera para su maduración.
Estas afirmaciones deben entenderse siempre
en términos generales, ya que los contenedores de cerámica o madera se han utilizado,
a veces, indistintamente.
Las tinajas para vino se han hecho de
muy diversas capacidades, en función de las
necesidades que debían cumplir. Las
destinadas a consumo doméstico
acostumbraban a tener entre los 80 y 120
litros de capacidad, llegando a los tinajones
de 300 o 400 litros (fig. 10). Para las grandes
bodegas, generalmente de uso cooperativo
o comercial, se fabricaron grandes tinajas de
hasta 80-100 arrobas a finales del siglo XVIII
y de 200 a 250 a finales del XIX.
La forma de las tinajas fue variando según sus dimensiones, época de fabricación
y técnica empleada. Hasta mediados del siglo XIX predominan las formas esferoidales
(fig. 11), mientras que en épocas posteriores se imponen las piriformes (fig. 8) y finalmente
las cilíndricas (fig. 12). A pesar de su diversidad morfológica y de tamaño, las tinajas
para vino tenían siempre un elemento en común: la existencia de uno o más orificios o
descargas para su vaciado. A diferencia de las que servían para contener agua o aceite,
que se vaciaban por la boca mediante una cetra, el vino siempre se sacaba por la espita
colocada en dichas descargas, cuya situación era fundamental para que los posos o heces
quedaran en el fondo de la tinaja después de realizar los trasiegos o transvases. En
bastantes zonas de la geografía española, para conseguir una mayor impermeabilización,
además de conferir unas características organolépticas muy apreciadas, las tinajas para
vino se empegaban interiormente con brea.
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