LA COCCIÓN DE LAS PIEZAS A BAJA TEMPERATURA
Hay que reconocer que es compleja, difícil y laboriosa la explicación detallada de cualquier cocción. Los que lean este artículo ya han comprobado que, en cerámica, dos y dos no son siempre cuatro. Un buen ceramista debe saber que cuanto más profundiza en el tema de las cocciones, más se tiene que convencer de que las llamas del horno ignoran cruelmente todos los cálculos y suposiciones del ser humano. Sólo los ignorantes y los recién llegados ignoran esta máxima de Syo Funaqui,
Carga del horno de leña en Tartanedo (Guadalajara)
Un ceramista puede medir y pesar exactamente las cantidades de materiales que precisa para hacer una fórmula y después molturarla, mezclarla y tamizarla bien para aplicarla correctamente. Pero por muy buena voluntad que ponga no puede conocer la cantidad de aire que entra en el horno, ni la cantidad que se ha mezclado con el gas o la madera en combustión para producir calor o la mezcla de combustible, oxigeno y óxidos y las reacciones de todos estos componentes juntos.
La tecnología que permite realizar estas acciones y controlar todo el proceso de forma milimétrica está fuera de nuestro alcance y por tanto, todos y todas admitimos el veredicto del fuego.
Atmósfera oxidante en un horno de leña
Nuestra piezas están cocidas en un horno de gas, en el cual es posible elegir una cocción en atmósfera oxidante (con suficiente oxígeno) o reductora (con menor cantidad de oxigeno) e incluso carbonación (ausencia total de oxígeno).
La primera parte de la cocción de las piezas consiste en el secado. No nos referimos a que las piezas entren húmedas en el horno, sino a que la finalidad es eliminar el agua química que contiene la arcilla. Debe hacerse en atmósfera oxidante.
hay que tener en cuenta que la arcilla absorbe agua del aire que la rodea porque tiene sales que la hacen hidroscópica, hasta que se convierte en cerámica al ser cocida.
Si durante esta fase las piezas superan los 120º y todavía tienen agua de formación en su interior, ésta se convertirá en vapor y aumentará el volumen rápidamente, con el riesgo de que al salir de la pieza se rompa. A veces se puede escuchar la rotura desde fuera del horno.
Es más delicado el secado de una pieza de arcilla muy plástica, como la pasta roja de baja temperatura que usamos en el Curso de Cerámica Femenina que el secado de una pieza con pasta refractaria y con chamota o cascajo.
A partir de los 120º se produce la "templa" que es la fase en la cual se quema la materia orgánica que hay en las piezas. Si no se quema bien puede dar problemas a la hora de hacer algunos vidriados o esmaltes en las piezas.
Entre los 500º y 600º la temperatura comienza a producir la descomposición de los minerales arcillosos por que comienza la cristalización y se produce también la transformación del cuarzo, aumentando éste su volumen.
A partir de los 700º y 800º grados se produce la descomposición de los minerales micáceos. Las piezas disminuyen todavía más de tamaño y es en este momento donde Maite y yo comenzamos la reducción de la cocción.
Comenzamos a disminuir el porcentaje de oxidación, cerrando las roldanas de los quemadores y llegaremos hasta los 900º en una atmósfera reductora pero todavía con bastante oxígeno.
La reducción final comienza cerrando la entrada de aire hasta que salga llamas por el tiro de la chimenea, cerrando este sistemáticamente y permitiendo que la reducción haga bajar la temperatura. Una vez llegados a los 700º, mantendremos la atmósfera reductora durante un tiempo de unos 15 minutos sin que baje la temperatura del horno.
En nuestro caso damos por terminada la cocción y cerramos todas las entradas de aire con un poco de barro en los testigos de los quemadores. La bajada de temperatura la hacemos también en atmósfera reductora, manteniendo un mínimo de entrada de gas en el horno.
Es muy importante no abrir el horno por encima de los 100º, pues pueden quedar restos de gas y provocar una explosión.
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