CURSO DE CERÁMICA PREHISTÓRICA: PREPARANDO 2024
CERÁMICA DE COGOTAS I
El reconocimiento de Cogotas I, desde los primeros momentos de la investigación, se efectúa fundamentalmente a través de sus atractivas cerámicas decoradas; unos vasos bellamente engalanados con motivos incisos, impresos, excisos y de boquique, rellenos a su vez de una pasta, preferentemente de color blanco, que provoca un vivo contraste entre la zona decorada y el fondo de la pieza, general-mente oscuro y bruñido. Estos recipientes, que recuerdan por la última de las circunstancias citadas a los campaniformes, son muy abundantes en la mayoría de las estaciones de este signo investigadas, y son protagonistas, como no era menos de esperar, de una inexorable evolución cronológica marcada por las variaciones, tanto en lo que se refiere a los modelos decorativos como en lo que concierne al perfil de los tiestos.
Viene siendo habitual distinguir dentro del amplio desarrollo del Grupo Cogotas I un periodo inicial al que ya se le conoce por el nombre de Protocogotas y que englobaría toda una serie de horizontes más localizados geográficamente, como el de Cogoces en la cuenca media del Duero, Los Tolmos en Soria, Los Vascos en los alrededores de Madrid, etc. Este momento vendría definido por el predominio absoluto de las decoraciones incisas e impresas, dejando un papel únicamente anecdótico —en ocasiones nulo— a los motivos excisos y de boquique. Los vasos, fundamentalmente aquellos que reciben el trato diferenciado de la decoración, presentan perfiles con carena alta o media y cuerpo de tendencia cuenquiforme; aunque también comparecen pequeños cuencos y ollitas de perfil en "S".
En un segundo estadio de los habitualmente diferenciados —Cogotas I pleno—, los ornamentos confeccionados a base de boquique ganan terreno, haciendo acto de presencia también los esquemas excisos; mientras, los modelos carenados adoptan una tendencia más vertical, con el cuerpo troncocónico, y aparecen nuevos perfiles a la vez que se mantienen, más o menos evolucionados, los antiguos.
Por último, con más dificultades quizás, se puede distinguir una fase final en la que tanto los esquemas decorativos como los formales, conocen sus mayores cotas de barroquización y diversificación, afectan-do los motivos ornamentales a la práctica totalidad del vaso; a la vez que se produce una separación entre unas producciones regionales y otras.
Los perfiles no dejan de evolucionar a lo largo del dilatado desarrollo cronológico del grupo, pero en esta modalidad son frecuentes los tipos con carena, que en principio son fuentes abiertas, con inflexión media o alta y cuerpo de tendencia cuenquiforme, para ir transformándose posteriormente en vasos tronconcónicos rectos y con carena media (bitroncocónicos) o sin ella. Otras formas habituales en estos servicios finos, pertenecientes a unas o a otras fases, son los cuencos y las ollitas globulares de pequeño tamaño y borde ligeramente vuelto.
Como en etapas prehistóricas anteriores (y también se plante para el mundo vacceo posterior), en Cogotas I era la mujer la que, de forma predominante, se encargaba del modelado y, lo que es más importante, de la decoración de las cerámicas, aunque no por ello tuvo que controlar también todo el proceso de elaboración.
Este último empezaría con la extracción de las arcillas en el barrero, probablemente de uso comunitario, y terminaría con la cocción de los vasos, que verosímilmente se hiciera también de forma conjunta por varias familias utilizando un horno colectivo. Estas estructuras, según se desprende de algunos de los restos que han llegado hasta nosotros, consistían en fosas excavadas en el suelo, donde se depositarían juntos el combustible y los recipientes cerámicos. La parte superior se cubre con materia orgánica, lo que provoca una cocción reductora, falta de oxígeno; aunque la precariedad de la estructura no evitaría la entrada de ráfagas de viento que dieran como resultado las cocciones mixtas tan típicas de estos ambientes.
La confección de las cerámicas probablemente tuvo lugar en un determinado momento del ario, en el que las distintas mujeres realizan sus vasos, consiguiendo así un volumen importante para completar una hornada. Todas ellas llevarían sus barros hasta el horno, construido o rehabilitado en ese momento para la cocción, donde se separarían las especies finas y decoradas de las de cocina y almacenamiento, puesto que sin duda serían horneadas por separado, poniendo más cuidado y vigilancia en las primeras.
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