El vino en la cuenca del Duero en época romana
El vino ha tenido a lo largo de la historia una amplia consideración ya que es uno de los productos típicos del mundo mediterráneo y ha sido considerado tanto bebida como un elemento de la alimentación. Este producto en Hispania se conoce sobre todo en el Levante y Sur (Bética). En la cuenca del Duero, en la Meseta Norte, es a través de la conquista romana cuando comenzamos a saber que existe el vino, aunque no sea citado nunca como algo que se cultive en la zona. Sin embargo, en la Edad Media está ampliamente constatado.
En época romana
La progresiva introducción romana en la Meseta nos indica el manto, la cobertera, vegetal en general, así como la situada cerca de los núcleos habitados, por lo que podemos pensar que en torno a ellos perduren los cultivos de huerta y en la zona algo más alejada, el trigo. También nos indica otro de los productos utilizados durante parte del año, como la bellota, que se molía para hacer harina.
Pero a través de la conquista romana sabemos además los productos que el soldado romano está acostumbrado a consumir: la dieta del soldado. Esta, desde el S. II a. C., parece que era fundamentalmente de trigo, ya que Polibio (VI, 39, 13) dice que al soldado se le asignaba una ración mensual de tres modios (el modio equivalía a 8,736 litros-kilos).
Durante las guerras celtibéricas (153-133 a. C.) sabemos que la cuenca del Duero carecía de cepas, de vino, ya que Apiano (Iber., 53-54), en el recorrido que hace Lúculo desde Cauca (Coca), Intercatia (Aguilar de Campos) hasta Pallantia (Palenzuela O Palencia), dice que este devasta la campiña, pero nunca indica la existencia de vides, y más aún por el mismo autor, sabemos que en el cerco de Intercatia "los romanos padecían, debilitados por los manjares desacostumbrados, pues careciendo de vino, sal, vinagre y aceite, y alimentándose de trigo, cebada y de mucha carne de ciervos y liebres, cocido todo sin sal, padecían de disturbios intestinales, y muchos morían". Es decir, el soldado estaba acostumbrado a alimentarse con vino, sal, vinagre y aceite.
La falta de vino se ve confirmada en las excavaciones de los campamentos del asedio de Numancia (año 133 a. C.), donde se han encontrado ánforas de procedencia exterior a la Meseta.
El vino
Este producto, el vino, es típico de la alimentación del soldado. Sabemos que ninguna de las etnias (tribus: astures, vacceos, arévacos, etc.) ni de los populi (civitates) de la cuenca del Duero lo cultivaba, ya que en el oeste se habla de "vino de cebada" entre los lusitanos y de los galaicos se dice que beben cerveza. En cuanto a los vacceos, se piensa que no tenían aceite ni vino. Creemos que en unos (lusitanos y galaicos) influye el clima y en el otro (vacceos) el modo colectivista agrario de cultivo de la tierra, dado que esta se sortea, que no lo permitía.
El modo colectivista agrario vacceo, es una de las formas más antiguas de explotación del campo, constatado por las fuentes escritas en la cuenca del Duero, lo indica Diodoro (V, 34, 3).
Por tanto, entre los vacceos existía un colectivismo agrario, en el que había la costumbre de dividir el campo por suertes cada año; luego se trabajaban las parcelas según el sorteo, y lo cosechado se ponía en común; por último se daba la parte necesaria para el sustento "a cada cual y se castigaba con pena de muerte al que ocultara algo.
Si buscamos una interpretación a este colectivismo, las hay variadas. Una de ellas dice que se trata de una estructura económica típica de un pueblo emigrante. Una forma similar de reparto de tierras se documenta en la India, entre los getas, en la Dalmacia, entre los dálmatas y en Germania. En realidad, cada año se sorteaban las tierras entre las grandes familias.
Dentro del área vaccea para encontrar dónde se da el colectivismo agrario tenemos que acudir sobre todo a zonas que están en la periferia como es el caso de la llamada Tierra del Pan (Zamora). Incluso constatamos como este colectivismo se encuentra en zonas fuera del área vaccea, aunque próximas a ella, como es la comarca de los Oteros, en Gusendos de los Oteros.
Si interpretamos este modo de cultivo, de explotación del territorio vacceo, que ocupa el centro de la cuenca, nos damos cuenta de que es el menos apropiado para el cultivo de la vid, y por tanto para tener vino. Por el contrario, es más apropiado para los cereales.
Más aún Strabón (3, 3, 7; -155), a fines del s. I a. C., nos dice que los habitantes del Norte de Hispania no tenían ni aceite ni vino.
Por tanto, en zonas montañosas no hay vino, por lo que hemos de suponer que el desarrollo de la producción del mismo fue consecuencia del dominio y de la paz romanos que se producen en la cuenca del Duero, no tanto a partir de las guerras celtibéricas, o sertorianas (82-72 a. C.), como a partir de las guerras cántabras, ya que el vino es uno de los productos típicos de la alimentación del soldado romano. Por ello podemos pensar que al final de la conquista de la Meseta, se introducen los tres productos típicos mediterráneos, nuevos en la zona, como la vid, el olivo y la higuera, que reciben su impulso definitivo con la pax romana augustea.
Las guerras cántabras y Augusto
La verdad es que Augusto para hacer olvidar las luchas fratricidas, busca y encuentra un enemigo común en los cántabros y astures que hostigaban a los aliados de los romanos. Dichos enemigos le van a permitir completar la conquista de un territorio, el Noroeste galaico-portugués rico en oro, y establecer unas fronteras naturales. Por todo ello inicia las llamadas guerras cántabro-astures, a las que antecede el dominio de la cuenca del Duero. Las guerras traen consigo la utilización de siete legiones de forma simultánea es decir, de unos 35.000 a 40.000 hombres acostumbrados a tomar vino, y quizá de algunas alae y cohortes auxiliares.
1) Dichas guerras traen consigo el establecimiento de campamentos (castra) romanos al sur de la Cordillera Cantábrica, y fuera de las montañas de la periferia de Castilla y León, como es el caso de Sasamón (Segisamo), con tres legiones; el de Herrera de Pisuerga (Pisoraca) con la Legio IV Macedónica; el de Rosinos de Vidriales (Poetavonium) con la Legio X Gemina, la Cohors IIII Gallorumy el Ala II Flavia, en cuyas proximidades hay un núcleo habitado indígena; el situado al Sur del Duero entre Villalazán y Madridanos (Zamora), cerca de la ciudad romana situada en el pago de El Alba (Albocela), en Villalazán; el de Asturica (Astorga) de la Legio X, y el de León, donde más tarde se estabiliza la Legio VII Gemina. Además hay otros campamentos, que parecen de temporada, en la provincia de León como los de Castrocalbón y Villalís. Hay que tener en cuenta que muchos castra, al acabar la guerra, se transformaran en estables y dieron lugar a ciudades como Astorga, Herrera de Pisuerga y Sasamón.
Además, a los campamentos romanos hay que añadir las ciudades de nombre romano, como Interamnio (tres), Nivaria, Vallata, Vico Aquario, Viminacio, que creemos de fundación romana.
Por todo ello podemos pensar que los castra y las ciudades impulsaron el cultivo de la vid y el consumo del vino, típico de la cultura romana, que se ve reflejado más tarde en el cultivo medieval, ya que a partir de la época augustea el vino es muy citado, al menos en el Sur. Más aún el impulso de su cultivo se debe a que el vino estaba reconocido como alimento y energético, singularmente entre las clases modestas, en Italia durante el Alto Imperio. Podemos pensar que también en Hispania tenía este reconocimiento; por lo que quizás se deba a esto su cita, en el mismo sentido, en la regla de San Benito tiempo después (480-547 d. C.).
2) Si del establecimiento de tropas y la fundación de ciudades pasamos a las noticias escritas (fontes) que nos hablen de la realidad del cultivo del vino, tenemos que acudir en primer lugar a las que se refieren a la Bética.
Ésta era famosa por el vino, que se trasladaba en ánforas a Roma, y por la obra de Junio Moderato Columela, de mitad del s. I d. C., en la que trata de la villa alto imperial 28. Por él sabemos que el cultivo de la vid se hacía en laderas y también se cultivaba sin recurrir a la técnica del emparrado. Aunque, más adelante, Plinio indica que en algunas zonas de Hispania, las húmedas, se practicaba la técnica del emparrado para aprovechar el solsticio de verano.
Las alusiones al vino hispano en general las hallamos en Ovidio, aunque para él no tenga suficiente calidad; y en Filipo de Tesalónica, que en torno al año 50 d. C. dice que Hispania tiene falta de sol (¿?) (cosa extraña), por lo que produce un vino agrio.
Junto a estos autores está Plinio (2.ª mitad del s. I d. C.) quien alaba el vino hispano de la Bética, de la parte oriental y de las Baleares (Plinio, NH., XIV, 8, 68, 71), pero raras veces alude al interior, solo en una ocasión. Al mismo tiempo Plinio refleja otra serie de bebidas en las cuales se utiliza el vino, como el eno-miel, bebida hecha con vino y miel. Esta bebida era para las grandes fiestas, ya que para diario se tenían que contentar con la cerveza nacional, la caelia y la cerea que se extrae de los cereales.
Las ciudades y los campamentos debieron impulsar el cultivo del vino, ya que Domiciano (año 92), no solo prohíbe que se planten viñas en provincias, a fin de impulsar el trigo, sino que ordena la destrucción de la mitad de los terrenos plantados con viñedo en las provincias.
La verdad es que el hispano Marcial, por esta época, dice que la Bética es rica en vino y aceite y que es muy apreciado el vino de Tarragona. Sin embargo Juvenal (de Italia; Satiras, V, 26) prueba el vino hispano y lo reputa como malo.
BIBLIOGRAFÍA
- http://www.elsevier.es/es-revista-trastornos-adictivos-182-articulo-el-vino-cuenca-del-duero-90002626
- http://tallerescenica2012.blogspot.com.es/2015/01/tinajas-para-el-vino.html
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