LA OBTENCIÓN DE LA MATERIA PRIMA EN LA CERÁMICA FEMENINA DEL RIF
En la cerámica femenina del Rif se emplean varios tipos de arcillas y desengrasantes, mezclados o no en proporciones variables según los lugares, el destino de la producción o el tipo de recipientes fabricados. Por su parte, los colorantes son exclusivamente minerales y proceden en algunos casos de afloramientos muy alejados.
En la fabricación de cerámicas para uso propio o para intercambio en el duar, se emplea un solo tipo de arcilla de color rojo, usando como desgrasante pequeñas piedras milimétricas de margas o calizas pizarrosas (asegan). La arcilla se obtiene en las cercanías del pueblo, a veces en el mismo huerto de la casa, cavando pequeños agujeros por parte de la propia ceramista. El desgrasante es producto del cribado con cedazos de las gravas naturales que aparecen en la región.
Para la cerámica destinada a la venta en el zoco, la obtención de la materia prima es más compleja.
Las cerámicas para uso culinario se fabrican utilizando dos tipos de arcillas, una roja y una blanca, mezcladas con el desgrasante mineral. Las cerámicas para contener líquidos, normalmente pintadas, se elaboran con la arcilla blanca y desgrasante. La arcilla roja es común en toda la región, mientras que la blanca es más escasa, sólo se encuentra en algunas
aldeas.
En la actualidad, las arcillas roja y blanca se explotan en pequeños agujeros abiertos en las laderas. El acceso a la materia prima es libre, sin mediar pago alguno. La arcilla es recogida individualmente por las propias ceramistas. Este sistema de recogida de la materia prima fue común en el pasado, salvo por el hecho de que en algunos lugares se practicaban pequeñas minas para extraer la arcilla blanca.
Estas minas de arcilla blanca se encontraban en Ain Kob y Dar el Ued. La última mina abierta en Ain Kob consistía en una galería-pozo. El pozo de entrada alcanzaba hasta 3,5 m. de profundidad, con un paso de 2 m de alto por 1 m de ancho; contaba con escalones tallados para facilitar la entrada y la salida de las trabajadoras. A partir del pozo se abría una galería amplia, a la que se accedía a través de un estrechamiento a modo de puerta. La galería podía tener 2 m de ancho, 8 ó 10 m de largo y 1,80 m de alto, de forma que las mujeres entraban de pie.
Estas minas nunca se entibaban. No utilizaban iluminación artificial; trabajaban con la luz exterior, una vez que se habían acostumbrado a la penumbra.
Se abrían agujeros en las paredes o en el suelo de la galería, donde se realizaba la explotación individual. Algunos de estos agujeros podían tener hasta 2 m de longitud, y en ellos se entraba gateando.
Las minas se excavaban al principio del verano, dado que es en esta estación cuando las labores de fabricación de la cerámica son más intensas. Casi todos los años debían abrir una nueva explotación debido a que las minas abiertas solían hundirse en el invierno a causa de las lluvias. Durante el invierno, cuando la necesidad de arcilla es escasa, la tomaban de pequeños pozos.
Cuando iban a comenzar la explotación de una nueva mina, varias mujeres se ponían de acuerdo y trabajaban en equipo. Todas ellas iban rotando en los trabajos de picar, cargar o retirar la tierra a medida que hacía mella el cansancio. La preparación de la mina requería de 20 a 30 días de trabajo, dedicando varias horas al día. La morfología de la mina era fruto de la experiencia de las mujeres, sin que hubiera un plan explícito.
Una vez acabado el trabajo de preparación de la mina, la explotación pasaba de ser colectiva a ser individual. En la práctica, siempre trabajaban al menos dos mujeres, una para picar y otra para sacar la tierra. Una vez que la mujer que picaba ya se había aprovisionado, la que sacaba la tierra pasaba a tomar su lugar. En la mina no había un lugar específico de explotación de cada ceramista. Si una ceramista estaba explotando una buena veta, otra podía continuar en el mismo punto. El trabajo en las minas era peligroso, pues, al no estar entibadas, existía un continuo riesgo de desplomes que se materializaron en algunas ocasiones, en ambas minas.
De hecho, las mujeres que quedaban en el exterior para sacar la arcilla también vigilaban por si el techo mostraba indicios de hundimiento. La apertura de minas se abandonó cuando declinó la producción cerámica y la explotación de la arcilla blanca se redujo a la apertura de pequeños pozos. La última mina fue abandonada hace cerca de 20 años.
En estas minas, además de las mujeres del propio duar, también se aprovisionaban ceramistas de las aldeas vecinas. A la mina de Dar el Ued acudían mujeres de Tazult (a 2 km) y de Dar Haidor (a 3 km), mientras que la mina de Ain Kob era frecuentada por mujeres de Kalaa Harrakin (a 2 km). Las ceramistas de Saara, algunas de ellas con parientes cercanos en Ain Kob, acudían a ambas minas.
Para la decoración de las cerámicas pintadas se emplean colorantes minerales: el blanco (míala), con el que se engoban los recipientes, el rojo y el negro, con los que se realizan los trazos decorativos.
El colorante rojo es muy abundante, y se recoge en las cercanías de las aldeas. Sin embargo, el colorante negro y el blanco proceden de lugares más alejados, a los que hay que llegar tras varias horas de marcha. A veces, los colorantes procedentes de estas zonas más alejadas se obtenían por intercambio y todas las ceramistas de la zona empleaban los mismos colorantes. La tendencia a que la arcilla para la fabricación cerámica se recoja cerca
del lugar de producción, mientras los colorantes se adquieren en lugares alejados ya ha sido señalada para otros contextos etnográficos.
Comentarios
Publicar un comentario