VASO DE CABALLOS SERPENTIFORMES DE NUMANCIA
Iniciamos un nuevo proyecto de cerámica numantina tras la reproducción del Vaso de los Toros del Museo de Soria y el Vaso de los Caballos de Ciadueña.
Esta pieza destaca por su peculiaridad decorativa e iconográfica y es una de las grandes vasijas, que forma parte de una serie de contenedores caracterizados por tener su cuerpo de forma bitroncocónica, pequeño cuello y borde exvasado: anchura de boca 26,4 cm; diámetro máximo 54 cm; fondo 12 cm y una altura aproximada de 54 cm.
La decoración, como es usual en este tipo de grandes vasos, se desarrolla en la zona superior entre el borde y la carena central, por ser la más visible, al estar depositados en el suelo. Previamente a la realización pictórica con línea negra, se le aplicó una capa de engobe blanco, que está bastante perdido.
El esquema decorativo se desarrolla en horizontal, de forma continua, interrumpido por dos anchas franjas verticales, a modo de metopa, que enmarcan de forma repetida la representación de dos figuras híbridas contrapuestas con cabeza de caballo y cuerpo serpentiforme. Los elementos verticales de la decoración están compartimentados en tres ámbitos: uno superior con dos tetrasqueles, en dirección levógira; otro central con cuatro esquematizaciones de peces, que confluyen en el centro, tocando cada uno con su “boca” los vértices de un pequeño cuadrado y el inferior con dos esquemas triangulares, a modo de soportes de los campos situados encima.
Los cuatro caballos serpentiformes presentan un esquema decorativo similar: cabeza con el típico hocico aflautado, finas orejas puntiagudas y grandes ojos, que miran fijos y frontalmente, algo muy característico de los artistas numantinos. El cuerpo serpentiforme está decorado con elementos triangulares, presentando dos espacios trapezoidales al final, decorado el más interior con un aspa y el exterior o extremo con un tetrasquel en dirección levógira, que coinciden con los representados en las franjas verticales; trazos de líneas vermiformes se disponen por debajo de estos híbridos, rematando la franja decorativa, a la altura de la carena, con una serie de semicírculos concéntricos, dispuestos hacia abajo.
Esta vasija está asociada entre otras cerámicas a copas, cuencos y vasos pintados con línea negra: círculos y semicírculos concéntricos, franjas horizontales metopadas y ollas grises con decoración estampillada de círculos concéntricos. Según Taracena estas cerámicas estarían relacionadas con la ciudad celtibérica, destruida por Escipión en el 133 a.C., mientras que Wattenberg las pondría en relación con la ciudad que se desarrollaría entre el 75 y el 29 a.C.
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